AMISTAD EN LA VERDAD

«No puede haber amistad entre personas con una visión moral opuesta» (San Ambrosio).

La verdadera amistad se basa en valores comunes, y éstos deben ser acordes a la verdad. De lo contrario, sería una especie de camaradería. La amistad se destruye cuando uno de los amigos abandona el fundamento común. Esto es especialmente importante en el caso de los valores morales. En una amistad, uno se fortalece y apoya mutuamente en la visión común de la verdad y comparte los mismos principios, por lo que no puede subsistir tal relación si las convicciones morales divergen. ¡Esta es una deuda con la verdad!

Esto se puede constatar en nuestra relación con Dios. La amistad con Él solo puede desplegarse cuando vivimos de acuerdo con su voluntad. Mientras no sea así, Dios nos seguirá buscando con su amor paternal y nos llamará a la conversión. Sin embargo, la amistad con Él solo puede darse cuando hemos despertado a la verdad y vivimos en ella. Jesús lo deja claro:

“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando (…). A vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,14.15b).

De hecho, puede suceder que, tras haber experimentado una conversión y cuando los mandamientos y la Voluntad de Dios se nos han vuelto vinculantes, nos veamos en la necesidad de dejar atrás ciertas relaciones entabladas anteriormente si ponen en peligro el nuevo camino que hemos emprendido y no pueden armonizarse con él. Tal ruptura puede resultar dolorosa, pero es inevitable. Sin embargo, siempre queda la posibilidad de orar por la otra persona e interceder por ella ante el Señor para que surjan las condiciones sobre las que puede cimentarse una verdadera amistad. Entonces podría llegar a ser muy profunda.