AHUYENTA AL GRUÑÓN

“Ahuyenta al gruñón. No actúa por encargo mío. Por tanto, no le prestes atención” (Palabra interior).

El “gruñón” hace alusión a aquellos espíritus que intentan perturbarnos en nuestro camino de seguimiento de Cristo. Influyen en nuestros sentimientos y pensamientos, queriendo apoderarse de ellos e importunándonos de diversas maneras.

También a nivel humano conocemos “gruñones”. Son esas personas que siempre encuentran algo de qué quejarse, que nunca se dan por contentos y fácilmente nos arruinan la alegría. Si no aprendemos a lidiar debidamente con este tipo de personas y nos dejamos llevar por ellas, pueden convertírsenos en una plaga. A veces incluso sucede que tenemos un “gruñón” en nuestra propia psique, que quiere arruinarnos todo en la vida.

En este último caso, al igual que con los espíritus malignos, hemos de hacer tal como nos dice la palabra interior inicial: ahuyentarlo. Nuestro Padre nos ha comunicado el poder de expulsarlos contundentemente en el Nombre de su Hijo a través de la oración. En cuanto percibamos este “espíritu gruñón”, debemos negarle inmediatamente nuestra atención; es decir, no escucharle, porque él miente, exagera y hace todo lo que puede por atarnos a sus perturbaciones.

Estos espíritus no son enviados por el Padre. Si Él los permite, es para entrenarnos en el combate espiritual.  Con el discernimiento de los espíritus y la debida vigilancia, hemos de aprender a identificarlos inmediatamente, a no darles cabida en nuestra alma y a ahuyentarlos si no quieren dejarnos en paz.

Cuanto más decidida y rápidamente les ofrezcamos resistencia, tanto más fácil será. Así, estos espíritus perturbadores no podrán robarnos la paz que nuestro Padre nos da.