“ABANDÓNATE A MÍ”

 

«¡Abandónate a mí! Así me facilitarás actuar en tu vida y hacerla fructífera» (Palabra interior).

Esta es la invitación que nuestro Padre nos dirige constantemente y de diversas maneras. En efecto, Él no sólo se deleita en establecer su morada para siempre en nuestra alma y acompañarnos a través de esta vida hacia la eternidad; sino que también quiere trabajar con nosotros para la salvación de las almas.

Para los grandes anuncios, Dios envía primero a los ángeles, que traen el mensaje decisivo a los hombres: el Arcángel Gabriel anuncia a nuestra amada Virgen María la Encarnación del Hijo de Dios, los ángeles anuncian el nacimiento del Salvador a los pastores en Belén, el Arcángel San Miguel anuncia a Santa Juana de Arco la misión que Dios le encomienda, etc. Pero luego son los hombres quienes reciben el encargo de llevar a cabo la obra de Dios en el mundo visible.

Esto nos incumbe particularmente a nosotros, que hoy en día tenemos el honor de salir con nuestro Padre en busca de los hombres, para guiarlos al Reino de Dios.

Para que nuestro apostolado sea lo más fructífero posible, la frase de hoy nos ofrece una orientación esencial. Hemos de hacer la parte que nos corresponde, pero abandonados en Aquel que nos llamó. «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto» —dice Jesús a sus discípulos—. ¡Cuántas situaciones escapan a nuestro control y debemos simplemente confiar en el Señor, como hizo Pedro cuando, por su Palabra, volvió a echar las redes y obtuvo una pesca abundante (cf. Lc 5,4-6)!

A nuestro Padre le resulta fácil actuar cuando encuentra un alma abierta que se abandona sin reservas a Él. Entonces no tiene que empezar removiendo nuestras dudas, objeciones innecesarias, ideas personales, etc., sino que puede involucrarnos de forma natural en su sabio plan. Así nos convertimos en su palabra, en su obra, en los ejecutores de su designio, en el instrumento con el que puede tocar cada vez más delicadamente el canto de su amor.

¿Y nosotros? Hemos entregado las riendas de nuestra vida en sus manos.