A DISPOSICIÓN DE DIOS

 

“La mayoría de personas no tiene ni idea de lo que Dios podría hacer de ellas si tan sólo se pusieran a su disposición” (San Ignacio de Loyola)

¿Estamos dispuestos a embarcarnos en la aventura del amor de Dios, a aceptar su invitación para convertirnos en lo que realmente somos? ¿Estamos dispuestos a emprender la gran expedición para descubrir lo que nuestro amado Padre tiene previsto para nosotros y para nuestra vida?

Se trata, sin duda, de un reto espiritual, porque muy a menudo tenemos nuestras propias ideas sobre quiénes somos o nos dejamos llevar por la imagen que otros tienen de nosotros, que suele ser bastante limitada y, a veces, está marcada por ilusiones exageradas y falsas expectativas.

Pero las cosas cambian cuando nos abandonamos concretamente a la guía de Dios, cuando Él se convierte en nuestro Maestro y nosotros somos la arcilla en sus manos, como expresa tan bellamente la Sagrada Escritura (Is 64, 7). ¡Nadie nos conoce mejor! Y Dios moldeará a sus hijos con delicadeza, pero también con firmeza, para que su Rostro divino se refleje en sus vidas. ¿Qué más podría desear el Padre Celestial?

En realidad, no es difícil servirle en todo, sino que es coherente. Será un camino de formación cada vez más sutil. Sólo tenemos que empezar pidiendo a nuestro Padre que lleguemos a ser aquello que Él quiso que fuéramos.

Sin duda, tal petición le será muy grata a Dios, porque entonces nos habremos puesto en camino para glorificarlo. En este camino es importante no detenerse ni mirar atrás. El Espíritu Santo nos exhortará a seguir siempre adelante, paso a paso, aunque a menudo sean pasos muy pequeños y modestos. Pero he aquí que el Padre ha dispuesto todo esto para nosotros, y es mucho más bello de lo que hubiéramos podido imaginar en nuestras fantasías más exóticas.