«Siempre encontrarás refugio en mí y en el corazón de tu Madre. ¡Nadie puede arrebatártelo!» (Palabra interior).
Necesitamos urgentemente este refugio en medio de la confusión que nos rodea, un baluarte de amor y seguridad. Siempre lo necesitaremos, incluso si llevamos muchos años en el camino del Señor y hemos avanzado con paso firme. ¡El refugio está ahí para nosotros! En su sabiduría, nuestro Padre celestial nos lo ha concedido para que encontremos nuestro hogar en el recinto interior de nuestra alma. Por más que la tormenta se desate a nuestro alrededor y el demonio intente asustarnos, el acceso a lo más profundo de nuestro corazón permanece abierto y nadie puede arrebatárnoslo. Este recinto, al que también se le llama «celda interior», no solo nos ofrece refugio, sino también la oportunidad de profundizar cada día en el amor entre el Padre y nosotros. Es, por así decirlo, el recinto sagrado de nuestra alma, en el que no puede colarse el Maligno, porque Dios habita en él.
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