«Adán, ¿dónde estás?» (Gen 3,9).
El Corazón de Dios busca al hombre que, tras haber caído en la seducción de los poderes de las tinieblas, le dio la espalda.
Como nos hace entender Jesús en la parábola del hijo pródigo, Dios siempre está a la espera, aguardando nuestro retorno.
El hombre deambula por este mundo sin saber de dónde viene ni a dónde va. Ya no conoce a Dios tal y como es en verdad. Con cada nuevo descarrilamiento, se desvanece más el recuerdo de aquel trato confiado con Dios, el recuerdo de su verdadero hogar: el Paraíso.
