«Hija mía, quien pronuncie con fe y disposición perfectas las cuatro palabras: “Jesús, apiádate de mí”, me agrada más que quien recite miles de versos sin prestar atención» (Palabras de Jesús a Santa Brígida de Suecia). leer más
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San Esteban el joven: Víctima del iconoclasmo
Antes de entrar en la historia del santo de hoy, ¿qué es el iconoclasmo?
A raíz del Concilio de Calcedonia, surgió una controversia en la Iglesia de Oriente acerca de si era admisible representar a Cristo en íconos. Influenciados por la doctrina islámica de la inaccesibilidad de Dios, los detractores de las imágenes argumentaban que, al ser Cristo verdadero Dios, no podía ser representado, y consideraban que un ícono ponía demasiado énfasis en su humanidad. Los defensores de las imágenes, por el contrario, afirmaban que el Espíritu de Dios impregnaba las representaciones visibles del Dios invisible. En el año 726, el emperador León III prohibió las imágenes y ordenó su destrucción en todas las iglesias y monasterios.
Los «iconoclastas», es decir, los detractores de las imágenes, se basaban en la prohibición del Antiguo Testamento de hacer representaciones de Dios. Esta disputa, que se libró con ferocidad durante casi un siglo, finalizó cuando la Iglesia definió de forma vinculante que se podían venerar los íconos de Cristo y de los santos.
