San Godofredo de Amiens: Frutos visibles como abad; frutos amargos como obispo”

Para un obispo de la Santa Iglesia es un gran regalo poder ver el fruto de su labor, alabar a Dios por ello y partir hacia la eternidad con el corazón lleno de gratitud. Sin embargo, no todos tienen esa dicha y el aparente fracaso puede suponer una gran prueba.

El santo de hoy, Godofredo, procedía de una familia noble de la región de Soissons (Francia). Tras enviudar, su padre decidió pasar el resto de su vida en un monasterio. Godofredo tenía apenas cinco años cuando fue confiado al cuidado del abad de Mont-Saint-Quentin, quien también lo había bautizado.

Desde muy joven, Godofredo intentó ordenar su vida siguiendo el ejemplo de los religiosos. Era ferviente en la oración, diligente en el estudio y dispuesto a realizar cualquier trabajo que se le encomendara. Además, tenía un corazón generoso para con los pobres y solía renunciar a una parte de su ración para dársela a ellos.

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