Santa Teresa de Ávila: lumbrera para los buscadores de Dios

Quienes se interesen por el camino interior en el seguimiento de Cristo, pronto se toparán con Santa Teresa de Ávila, proclamada doctora de la Iglesia por el Papa Pablo VI en 1970.

Teresa nació el 28 de marzo de 1515 como la tercera hija del segundo matrimonio de don Alonso Sánchez de Cepeda. Era considerada una niña muy piadosa y sus padres fomentaban esta piedad mediante la lectura de libros apropiados, especialmente sobre la veneración de María y las historias de los santos.

A los dieciséis años, su padre la envió al convento de las agustinas de Ávila para que continuara su formación. Sin embargo, tuvo que abandonarlo a los dieciocho meses por motivos de salud.

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“LA ESPERA DE NUESTRO PADRE”

«Yo la esperaba» —afirma nuestro Padre en su relato sobre aquella alma que no quería escucharle y que lo ofendía constantemente con su forma de vivir. Aquí se expresa la gran espera de nuestro Padre celestial por todos los hombres, a quienes ha destinado a la comunión eterna con Él. Él espera todo el tiempo, mientras aún no hayamos entrado en la eternidad, donde ya no volveremos a alejarnos de su lado. Solo entonces la espera se consumará en una fiesta de imperturbable alegría. A veces, en esta vida, podemos pregustar algo de esta alegría, pero su plenitud sigue siendo una promesa.

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