«Con amor eterno nos ha amado Dios. Por eso, al ser elevado sobre la tierra, nos ha atraído hacia su corazón, compadeciéndose de nosotros» (Antífona de Laudes de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús).
No nos resulta tan fácil imaginarnos un amor eterno porque, como seres humanos, somos tan limitados. Sin embargo, existen momentos en la vida que desearíamos que nunca terminaran. Así puede sucederles a los enamorados o nos puede ocurrir cuando Dios nos toca profundamente en la oración y el transcurso del tiempo pasa a segundo plano. Entonces el alma dice: «Quiero quedarme aquí para siempre. Ya no busco nada más».