«El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos» (Jn 3,35).
Todos vivimos de este amor que el Padre nos concede a través de su Hijo y en Él. Nadie ha respondido ni podrá jamás responder de forma más perfecta a su amor que su Hijo divino.
«El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos» (Jn 3,35).
Todos vivimos de este amor que el Padre nos concede a través de su Hijo y en Él. Nadie ha respondido ni podrá jamás responder de forma más perfecta a su amor que su Hijo divino.
Atravesaron Frigia y la región de Galacia, porque el Espíritu Santo les había impedido predicar la palabra en Asia. Llegados cerca de Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Entonces atravesaron Misia y bajaron hasta Tróade. Esa noche Pablo tuvo una visión: un macedonio estaba de pie y le suplicaba diciendo: “Ven a Macedonia y ayúdanos”. En cuanto tuvo la visión, intentamos inmediatamente pasar a Macedonia, convencidos de que Dios nos había llamado para anunciarles el Evangelio. Haciéndonos a la mar, fuimos desde Tróade derechos a Samotracia; al día siguiente a Neápolis, y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la región de Macedonia y colonia romana. En esta ciudad permanecimos varios días.