EL TRÁNSITO HACIA NUESTRO PADRE

«Para el justo no hay muerte, sino tránsito» (San Atanasio).

¡Qué hermoso sería si día a día comprendiéramos mejor esta realidad! En efecto, es así: si hemos centrado nuestra vida en nuestro Padre Celestial y le servimos con sinceridad, la muerte será el retorno a la casa de nuestro Padre, que nos espera. Y cada día que transcurre en nuestra vida terrenal nos acerca más a la eternidad.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 4,32-37): “Comunidad de bienes de la Iglesia primitiva”      

La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que compartían todas las cosas. Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús; y en todos ellos había abundancia de gracia. No había entre ellos ningún necesitado, porque los que eran dueños de campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se repartía a cada uno según sus necesidades. Así, José, a quien los apóstoles dieron el sobrenombre de Bernabé -que significa ‘Hijo de la consolación’-, levita y chipriota de nacimiento, tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

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