“LAS VIRTUDES MORALES”

 

«No se debe creer que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo puedan penetrar en una persona que no practica la virtud» (Juan Taulero).

Se denomina “virtudes morales” a aquellas que ordenan nuestra conducta de tal manera que sea agradable a Dios. Todas las virtudes cristianas son de este tipo. Las virtudes morales se distinguen de las teologales principalmente en que el objeto inmediato de las primeras no es Dios mismo, sino nuestro comportamiento moral y el cumplimiento de los deberes que la Ley Divina nos impone, ya sea que éstos se refieran directamente a Dios, al prójimo o a nosotros mismos. Se habla de virtudes cristianas adquiridas cuando esa capacidad sobrenatural de hacer el bien se ha convertido en un buen hábito, de modo que la practicamos con cierta facilidad.

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“LAS VIRTUDES MORALES”

 

«No se debe creer que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo puedan penetrar en una persona que no practica la virtud» (Juan Taulero).

Se denomina “virtudes morales” a aquellas que ordenan nuestra conducta de tal manera que sea agradable a Dios. Todas las virtudes cristianas son de este tipo. Las virtudes morales se distinguen de las teologales principalmente en que el objeto inmediato de las primeras no es Dios mismo, sino nuestro comportamiento moral y el cumplimiento de los deberes que la Ley Divina nos impone, ya sea que éstos se refieran directamente a Dios, al prójimo o a nosotros mismos. Se habla de virtudes cristianas adquiridas cuando esa capacidad sobrenatural de hacer el bien se ha convertido en un buen hábito, de modo que la practicamos con cierta facilidad.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES: “El testimonio de los apóstoles y la crisis actual de la misión (III)”

Al abordar hoy la cuestión de si hay indicios que sugieren que León XIV reconduzca a la Iglesia por el buen camino, en conformidad con la Sagrada Escritura y la Tradición, me centraré sobre todo en el tema de la misión, del que hemos hablado en las dos últimas meditaciones.

Tenemos un primer discurso del nuevo Pontífice relacionado con el tema que estamos abordando. Se trata del «discurso a las delegaciones ecuménicas e interreligiosas» que les dirigió el 19 de mayo de 2025. Citaré algunos extractos importantes para el tema en cuestión:

“Consciente de que sinodalidad y ecumenismo están estrechamente relacionados, deseo asegurar mi intención de proseguir el compromiso del Papa Francisco en la promoción del carácter sinodal de la Iglesia Católica y en el desarrollo de formas nuevas y concretas para una sinodalidad cada vez más intensa en el ámbito ecuménico”.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES: El testimonio de los apóstoles y la crisis actual de la misión (II)

 

Antes de seguir acompañando a San Pablo a lo largo de los capítulos que nos faltan de los Hechos de los Apóstoles y prepararnos para la cercana Solemnidad de Pentecostés, retomemos el tema que iniciamos ayer y detengámonos en las consecuencias que resultan cuando dejamos de considerar a Jesucristo como el único Salvador del mundo y ya no lo anunciamos con el celo de los apóstoles, tal como había hecho la Iglesia a lo largo de los siglos con gran fidelidad.

Si nos fijamos en la situación actual de la Iglesia con respecto a la misión que le fue confiada, tenemos que constatar que ciertos círculos, que llegan incluso hasta la más alta jerarquía, ya no se sienten comprometidos con el mandato misionero de Jesús de la misma manera que lo cumplió la Iglesia desde el principio.

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“LAS VIRTUDES TEOLOGALES (I)”

«No se debe creer que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo puedan penetrar en una persona que no practica la virtud» (Juan Taulero).

La inhabitación de Dios en nuestra alma tiene condiciones. La primera es que vivamos en estado de gracia y permanezcamos vigilantes para no perderlo, y que acudamos inmediatamente al Trono de la Gracia en caso de que cayéramos, para reconciliarnos con nuestro Padre.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES: El testimonio de los apóstoles y la crisis actual de la misión (I)

En los capítulos de los Hechos de los Apóstoles que hemos recorrido hasta ahora, hemos podido ver claramente cómo el Espíritu Santo, en cooperación con los apóstoles, llevó el Evangelio tanto al mundo judío como al gentil. Arriesgando sus vidas y bajo todo tipo de persecuciones y maltratos, los apóstoles no cesaron de anunciar el Evangelio dondequiera que el Espíritu de Dios los guiara. Inicialmente se enfocaron sobre todo en los judíos, pero, gracias a la guía divina, les fue quedando cada vez más claro que era preciso extender la Buena Nueva por todo el mundo, conforme al mandato que el Resucitado había dejado a sus discípulos: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará” (Mc 16,15-16).

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“DEJAR QUE DIOS ACTÚE Y NOS HABLE”

«Lo mejor y lo más maravilloso que puedes lograr en esta vida es callar y dejar que sea Dios quien actúe y hable» (Maestro Eckhart).

El silencio tiene un valor y una grandeza en sí mismo, siempre y cuando no sea esa mudez que puede surgir del miedo y los respetos humanos. Al saber callar, sustrayéndonos a la tendencia a comunicarlo y comentarlo todo, aprendemos a aceptar las circunstancias dadas, a ponderarlas más profundamente y a afrontarlas con mayor reflexión previa. Así, escapamos del dinamismo de un mundo acelerado, que trae consigo demasiada inquietud y una lógica de «acción-reacción» en la que se actúa con precipitación.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 17,16.22-31): “Pablo en Atenas”      

Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se consumía en su interior al ver la ciudad llena de ídolos. Entonces Pablo, de pie en medio del Areópago, habló: “Atenienses, en todo veo que sois más religiosos que nadie, porque al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados he encontrado también un altar en el que estaba escrito: ‘Al Dios desconocido’. Pues bien, yo vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer. El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos fabricados por hombres, ni es servido por manos humanas como si necesitara de algo el que da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. Él hizo, de un solo hombre, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra.

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“TODO POR AMOR A DIOS”

«Todo el bien que hagamos hemos de hacerlo por amor a Dios, y el mal que evitemos, evitarlo por amor a Dios» (San Francisco de Asís).

San Francisco nos da un excelente consejo para la vida espiritual. Solo cuando sea ésta nuestra motivación en ambas cosas, el bien que hagamos y el mal que evitemos adquirirán todo el esplendor de la verdad. Entonces constataremos más fácilmente que fue la gracia de Dios la que nos sostuvo y no nos centraremos tanto en nosotros mismos y en nuestros «rendimientos». No siempre es fácil, sobre todo cuando recibimos elogios de otras personas por el bien que hemos hecho o cuando nos complacemos en ser una especie de «benefactores de la humanidad», lo cual puede ser una sutil tentación.

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