HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 2,22-36): “La predicación de Pedro”      

«Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio; porque dice de él David: ‘Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile. Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.

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GLORIFICAR UNÁNIMEMENTE A NUESTRO PADRE

“Que el Dios de la paciencia y de la consolación os dé un mismo sentir entre vosotros según Cristo Jesús, para que unánimemente, con una sola voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Rom 15,5-6).

He aquí la fuente más profunda de verdadera unidad entre nosotros, los seres humanos. Jesús conduce a los suyos a esta unanimidad cuando aceptan la gran oferta de amor del Padre, creen en su Hijo y le siguen. Esto glorifica a nuestro Padre y nos introduce en nuestra verdadera destinación, porque a esto hemos sido llamados. ¡Esta es nuestra verdadera alegría y mayor felicidad!

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