LA CAUSA DE DIOS ES MI CAUSA

«La causa de Dios es mi causa: nada de lo que le concierne me es ajeno» (San Bernardo de Claraval).

Así habla un alma encendida de amor, que ya se ha acercado mucho a nuestro Padre Celestial y a la que Él ha colmado de su amor. Se puede percibir la intimidad entre San Bernardo y nuestro Padre, y reconocemos esta profunda relación en otra hermosa frase en la que invita a sus hermanos a acercarse al Padre. En esta amorosa invitación, que escucharemos a continuación, vemos cómo había hecho de la causa de Dios su propia causa, pues sabemos bien que nuestro Padre anhela ardientemente que todos los hombres estén cerca de Él para conocerle, honrarle y amarle. Entonces podrá darles todo lo que les tiene preparado.

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EVANGELIO DE SAN JUAN (Jn 20,1-10): “El sepulcro vacío”

El día siguiente al sábado, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces echó a correr, llegó hasta donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto”. Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro. Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. Y los discípulos se marcharon de nuevo a casa.

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