V.Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
R. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).
Un encuentro de gran profundidad… La Madre ve a su Hijo sufriente.
Ella había dicho «sí» a la voluntad del Padre y comprendía que su Hijo era el Redentor del mundo. Ahora le ve recorriendo este camino de humillación para enaltecernos a nosotros, los hombres, tal como el anciano Simeón le había predicho:
“Éste está destinado para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción – ¡a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lc 2,34-35).
“Desde la cruz de este mundo, que causa tanto sufrimiento, elevad conmigo la mirada al Padre” (Palabra interior).
El inconmensurable sufrimiento que soportó en la Cruz del Calvario nos trajo la Redención. Jesús lo hizo todo con la mirada puesta en el Padre, para cumplir su Voluntad. Como sugiere san Pablo, también nosotros estamos llamados a participar en el sufrimiento de este mundo: “Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).
Si elevamos la mirada al Padre, todo saldrá bien, sea lo que fuere. Para nosotros, que seguimos al Señor, siempre traerá consigo sufrimiento. Pero este sufrimiento se vuelve fecundo para el Reino de Dios, como sucedió con el Apóstol de los Gentiles. No es un sufrimiento que nos devore o nos lleve a la desesperación. Más bien, si lo sobrellevamos en el Señor y mirando a nuestro Padre, nos ennoblecerá y nos llevará a grandes profundidades. Si somos capaces de cargar la cruz con dignidad y serenidad, se convertirá en un gran tesoro. Pensemos en aquellos que aceptaron su cruz con esta actitud y contribuyeron así a completar «lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su Cuerpo».
Cuando atravesemos tales sufrimientos, siempre podremos refugiarnos en el Señor y en nuestro Padre y unirnos profundamente a ellos.
Esta meditación está estrechamente relacionada con un acontecimiento que tuvo lugar hace dos años, el 7 de abril de 2023, en una de nuestras casas en Alemania: aquel Viernes Santo, a las 9 de la mañana, se formó el Rostro de Jesús sobre el velo que cubría el crucifijo. Hasta el día de hoy este Rostro permanece visible.
Quienes quieran conocer más sobre este signo, al que llamamos «la mirada de Jesús al Padre Celestial», pueden acceder al enlace que figura en el texto: https://cloud.harpadei.com/s/RostrodeCristo