«Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio; porque dice de él David: ‘Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile. Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
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GLORIFICAR UNÁNIMEMENTE A NUESTRO PADRE
“Que el Dios de la paciencia y de la consolación os dé un mismo sentir entre vosotros según Cristo Jesús, para que unánimemente, con una sola voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Rom 15,5-6).
He aquí la fuente más profunda de verdadera unidad entre nosotros, los seres humanos. Jesús conduce a los suyos a esta unanimidad cuando aceptan la gran oferta de amor del Padre, creen en su Hijo y le siguen. Esto glorifica a nuestro Padre y nos introduce en nuestra verdadera destinación, porque a esto hemos sido llamados. ¡Esta es nuestra verdadera alegría y mayor felicidad!
IMITAR LA ACTITUD DEL SEÑOR
“Una persona no debe dar demasiada importancia a las faltas de nadie si quiere que Dios pase por alto sus propias faltas con misericordia” (Juan Taulero).
Ciertamente, nos damos cuenta de las faltas de los demás y, si está dentro de nuestras posibilidades, sería bueno ayudarles a superarlas con nuestro ejemplo y consejo. Sin embargo, nada tiene que ver con esta actitud la tendencia a hablar extensa y detalladamente de las faltas ajenas, a divulgarlas y a señalarlas una y otra vez. De esta manera, es como si uno mantuviera a la otra persona prisionera de su error y difícilmente podrá uno mismo escapar del peligro de la soberbia.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 2,1-13): “El acontecimiento de Pentecostés”
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Habitaban en Jerusalén judíos, hombres piadosos venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido se reunió la multitud y quedó perpleja, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Estaban asombrados y se admiraban diciendo: “¿Es que no son galileos todos éstos que están hablando? ¿Cómo es, pues, que nosotros les oímos cada uno en nuestra propia lengua materna? leer más
LA VERDADERA CONTRICIÓN
“Una verdadera contrición es una segunda inocencia” (Juan Taulero).
Podemos entender bien esta frase si pensamos, por ejemplo, en el arrepentimiento de Pedro, que lloró amargamente tras haber reconocido que negó al Señor, por quien había declarado estar dispuesto a dar la vida (Lc 22,55-62). Lo que Jesús le había predicho habrá ardido en su corazón y, cuando cobró conciencia de su negación, este recuerdo y el dolor lo habrán llevado a una profunda conversión, porque amaba al Señor.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 1,13-26): “La elección de Matías”
Cuando llegaron subieron al Cenáculo donde vivían Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes, y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús, y sus hermanos. En aquellos días Pedro, puesto de pie en medio de los hermanos -se habían reunido allí unas ciento veinte personas-, dijo: “Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura que el Espíritu Santo predijo por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, pues se contaba entre nosotros y se le había hecho partícipe de este ministerio. Adquirió un campo con el precio de su pecado, cayó de cabeza, reventó por la mitad y se desparramaron todas sus entrañas. Y el hecho fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén, de modo que aquel campo se llamó en su lengua ‘Hacéldama’, es decir, ‘Campo de sangre’.
LA VERDADERA DICHA
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 1,1-12): “La Ascensión del Señor”
Tras la serie en la que hemos meditado intensamente el Evangelio de San Juan, concluyendo con los relatos de la Resurrección, se presta a continuar con el Libro de los Hechos de los Apóstoles, que inicia con la Ascensión. En esta nueva serie escucharemos e interiorizaremos cómo la Iglesia naciente cumplió su misión, para que nunca desfallezca nuestro celo por anunciar el mensaje de la salvación a los hombres de hoy en día.
Como indiqué al principio de la serie sobre el Evangelio de San Juan, si alguien prefiere escuchar una meditación sobre la lectura o el evangelio del día, encontrará el respectivo enlace al final del texto.
El Evangelio de San Juan concluyó con estas palabras: “Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir” (Jn 21,25). En los primeros versículos de los Hechos de los Apóstoles se explican en parte estas palabras, pues está escrito que Jesús se apareció durante cuarenta días a sus discípulos antes de ascender al cielo para instruirlos y prepararlos para su tarea: leer más
LA IRA DE DIOS
“Incluso cuando los hombres experimenten mi ‘ira’, han de saber que los amo y los llamo a la conversión” (Palabra interior).
El concepto de la «ira de Dios» puede infundir miedo a las personas. Sin embargo, debemos aprender a entenderla correctamente desde la perspectiva del amor de nuestro Padre. Debido a nuestra libertad, nuestro Padre permite que hagamos el mal. Por tanto, somos capaces de abusar de nuestra libertad y, en cierta forma, emplearla en contra de Dios. Si no fuera así, seríamos como criaturas irracionales, sin capacidad de elección y siguiendo instintivamente las leyes preestablecidas de la naturaleza.
EVANGELIO DE SAN JUAN (Jn 21,20-25): “Juan, el testigo”
Se volvió Pedro y vio que le seguía aquel discípulo que Jesús amaba, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar?” Y Pedro, al verle, le dijo a Jesús: “Señor, ¿y éste qué?” Jesús le respondió: “Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme”. Por eso surgió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: “Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?” Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús y que, si se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los libros que se tendrían que escribir. leer más