VENGA TU REINO (II)

“Venga a nosotros tu Reino” (Mt 6,10).

El Reino de nuestro Padre está lleno de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo (cf. Rom 14,17). Ya aquí, en nuestra vida terrenal, pueden hacerse realidad estas aspiraciones, porque, como decimos en el Padre Nuestro, el Reino de Dios ha de venir a la tierra como es en el cielo.

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MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: “El trabajo en nuestro corazón”

 

En esta Cuaresma, nos hemos propuesto ser mejores discípulos del Señor, sobre todo en vista de la gran confusión que sufre actualmente la Iglesia. El discípulo tiene la tarea de anunciar y glorificar a su Señor. Los contenidos principales del anuncio están establecidos en la Sagrada Escritura y en la auténtica doctrina de la Iglesia. Este es el criterio que nos guía, ya que, como discípulos, no actuamos en nuestro propio nombre, sino por encargo. Por tanto, no nos corresponde introducir nuestras propias ideas o contenidos ajenos al Evangelio, lo que debilitaría el testimonio de Cristo. También es importante que, en la medida de lo posible, nuestra vida sea coherente con lo que anunciamos, de manera que nuestro testimonio de palabra no se vea opacado por nuestra manera de vivir.

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VENGA TU REINO

“Venga a nosotros tu Reino” (Mt 6,10).

¿La edificación del Reino de Dios aquí en la tierra es solo un hermoso sueño o un piadoso deseo? ¿Es una promesa cuyo cumplimiento está pendiente o es un mero recuerdo del Paraíso perdido?

Jesús nos enseñó a orar así, y esta petición se eleva desde todos los rincones del mundo. Por tanto, no puede ser una mera ilusión, sino una súplica a Dios para que su Reino, que ya existe en el cielo, se haga realidad también en la tierra.

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MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: “La reparación”

Ya estamos en la cuarta semana del Tiempo de Cuaresma y se acerca el Domingo de Pasión. Ahora todo se concentra en la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, el Salvador de los hombres.

Esta serie de meditaciones cuaresmales nos llevó a observar con atención la situación actual de la Iglesia y del mundo, para sacar las conclusiones pertinentes. Una de ellas es enrolarnos conscientemente en el combate espiritual, no solo para custodiar nuestra propia vida espiritual, sino también para asumir, más allá del ámbito personal, el lugar que Dios nos ha asignado en el «ejército del Cordero» y servir así al Reino de Dios.

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