Séptimo día de la Octava de Navidad: “La Creación en espera de su liberación”

En nuestras representaciones, el pesebre de Belén no sólo brilla con el resplandor del Niño Jesús, con la presencia de María y José, con los pastores que se apresuran a llegar, con los Reyes magos que vienen desde el Oriente para ofrecerle sus dones y para adorarlo… Desde hace mucho tiempo, se ha hecho tradición incluir en el pesebre a la Creación irracional. El buey y el asno son silenciosos testigos de la Natividad del Señor. Y la presencia de estos animales adquiere un sentido más profundo al considerar lo que dice San Pablo en la Carta a los Romanos:

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Sexto día de la Octava de Navidad: «La pobreza de Jesús”

“Ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza” (2Cor 8,9).

“Una pobreza que nos enriquece”–así podríamos describir el suceso de la Natividad.

Dios no teme hacerse pequeño por los hombres; no se asusta a colocarse por debajo de los ángeles para enaltecer a los hombres (cf. Hb 2,9). Un pequeño niño en un pesebre, sin rastro de lujo; una gruta como casa natal; unos sencillos pastores como huéspedes… Todo esto es expresión de una pobreza que, no obstante, está llena de dignidad por ser voluntaria. Dios quiso venir al mundo en esta pobreza para mostrarnos la verdadera riqueza, que es su amor.

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Quinto día de la Octava de Navidad: “La Sagrada Familia”

Al nacer en una familia humana, Dios fortaleció el núcleo de la sociedad y nos dejó su ejemplo para que lo imitáramos. A través de su Encarnación, Dios quiso penetrar todos los ámbitos de la vida humana, entre los cuales la familia ocupa un lugar privilegiado.

El amor entre hombre y mujer nos da una idea del misterio del amor entre Dios y el alma, como San Pablo describe con mucho acierto en la Carta a los Efesios:

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Cuarto día de la Octava de Navidad: “El Niño”

El Señor viene al mundo como niño. Éste es el camino que Dios escogió para abajarse a nosotros y para que podamos comprenderlo. Un niño suscita alegría y amor; ternura e instinto de protección. ¡Nadie tiene miedo de un niño! Incluso personas que tienden a ser cerradas, son a veces capaces de abrirse en presencia de un niño.

Un niño es capaz de sacar lo mejor del hombre.

Especialmente en su primera etapa, el niño es como un recuerdo del paraíso, que nos muestra la inocencia originaria del hombre, aunque ya carga sobre sí la herencia del pecado original.

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YO OS AMO MÁS DE LO QUE CUALQUIER OTRA CRIATURA PODRÁ AMAROS JAMÁS

 

“Quiero proteger a la juventud, como un tierno padre (…). ¡Oh, vosotros que estáis especialmente necesitados de alguien que os proteja en la vida, para que podáis evitar el mal, venid a mí! ¡Yo soy vuestro Padre, que os ama más de lo que cualquier otra criatura podrá amaros jamás!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

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Tercer día de la Octava de Navidad: «Los pastores»

Los pastores de los campos de Belén acogen llenos de gozo el mensaje del ángel y van de prisa a buscar al Recién Nacido. Son personas sencillas, y en la simplicidad de su corazón comprenden la importancia del mensaje que han recibido. ¡Ciertamente habrán quedado totalmente fuera de sí ante el sublime acontecimiento de la gruta de Belén!

“Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel” (Mt 2,6).

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