LAS INSTRUCCIONES DEL SEÑOR 

Dichoso el hombre a quien tú educas, al que enseñas tu ley” (Sal 93,12).

Si hemos entablado una amistad con nuestro Padre, no nos faltarán las instrucciones de su parte, pues nuestro amigo divino es al mismo tiempo nuestro guía en el camino de la salvación. De un amigo humano no podríamos esperar esto del mismo modo, y tal vez ni siquiera sería apropiado. De nuestro Padre Celestial, en cambio, recibimos con seguridad esa gracia.

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El Señor en Nazaret

Lc 4,16-30

En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. El sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.

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