“La primera hora de la mañana es el timón de la jornada” (San Agustín). leer más
“La primera hora de la mañana es el timón de la jornada” (San Agustín). leer más
1Re 19,4-8
En aquellos días, Elías caminó por el desierto una jornada, hasta llegar y sentarse bajo una retama. Imploró la muerte, diciendo: “¡Basta ya, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!” Se recostó y quedó dormido bajo una retama, pero un ángel le tocó y le dijo: “Levántate y come.” Miró y vio junto a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a recostar. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y le dijo: “Levántate y come, pues te queda un camino muy largo.” Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta llegar al monte de Dios, el Horeb.
“Mientras vivamos, lucharemos. Mientras luchemos, es señal de que no hemos sido derrotados y de que el buen Espíritu habita en nosotros. Si la muerte no te encuentra como vencedor, que al menos te encuentre como luchador” (San Agustín). leer más
Jn 12,24-26
Lectura correspondiente a la Fiesta de San Lorenzo
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.”
Est 4, 17 k-m, r-t (Lectura correspondiente a la memoria de Santa Edith Stein)
En aquellos días, la reina Ester se refugió en el Señor, presa de mortal angustia. Despojándose de sus magníficos vestidos, se vistió de angustia y duelo. En vez de exquisitos perfumes, echó sobre su cabeza ceniza y suciedad, humilló su cuerpo hasta el extremo, encubrió con sus desordenados cabellos la gozosa belleza de su cuerpo, y suplicó al Señor, Dios de Israel, diciendo: “Señor y Dios nuestro, tú eres único. Ven en mi ayuda, que estoy sola y no tengo socorro sino en ti, y mi vida está en peligro. Yo oí desde mi infancia en mi tribu paterna, que tú, Señor, elegiste a Israel de entre todos los pueblos, y a nuestros antepasados de entre todos sus mayores, para ser herencia tuya para siempre, cumpliendo en su favor cuanto dijiste.
“Y yo, que durante su vida me complacía en la esperanza de salvarlo una vez que se arrepintiese, me regocijo ahora aún más con mi corte celestial, porque se ha cumplido mi deseo de ser su Padre por toda la eternidad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). leer más
Mt 16,13-19
En aquel tiempo, al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Ellos respondieron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas.” Él les preguntó: “Pero vosotros ¿quién decís que soy yo?” Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.” A esto replicó Jesús: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.”
Después de la novena en preparación a la Fiesta de Dios Padre, que hemos celebrado ayer, volvemos a partir de hoy al formato habitual de nuestros “3 Minutos para Abbá”. Para hoy y mañana he escogido dos pasajes del Mensaje de Dios Padre, que me parecen apropiados para echar una mirada cada vez más profunda al Corazón de nuestro Padre Celestial.
A través de las meditaciones de los últimos días, hemos tenido la oportunidad de encontrarnos más de cerca con Dios Padre. A veces las experiencias negativas que hayamos podido tener en nuestra vida nos impiden reconocer la verdadera imagen de Dios, por ejemplo, si la relación con nuestro padre biológico ha sido más bien problemática. Sin embargo, uno no debe quedar atrapado en estas experiencias, sino que entonces se vuelve aún más necesario descubrir a Dios como nuestro amoroso Padre, capaz de sanar nuestras heridas y llenar consigo mismo cualquier vacío interior.
Esta novena que hoy culminamos tenía como objetivo mostrarnos más de cerca el amor del Padre, para que podamos experimentarlo como fuente de nuestra alegría. Durante estos nueve días, hemos sido invitados a profundizar nuestra confianza en Dios, a glorificarlo y a amarlo, entrando en una íntima amistad con Él.
La dicha de Dios es estar en medio de nosotros, los hombres. Y esto cuenta para cada persona en particular.