IMPLORAR EL AMOR A DIOS

“¡Oh, Señor! Si tan sólo pudiera trazarte en mi corazón, grabarte en lo más íntimo de mi corazón y de mi alma con letras doradas, para que nunca te borraras” (Beato Enrique Suso).

¿Cómo podría nuestro Padre desoír una súplica tan ardiente que nace de lo más profundo del corazón? ¿Cómo podría negarle este deseo? Es imposible, porque estas palabras tan profundas y tan santas no pueden sino brotar del Espíritu Santo que inhabita en el corazón. Una vez que las haya pronunciado, el Padre se apresurará a cumplir su deseo.

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Obediencia a los preceptos del Señor (Parte I)

Mt 19,3-12

Se le acercaron a Jesús unos fariseos que, para ponerle a prueba, le preguntaron: “¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?” Él respondió: “¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y mujer, y que dijo: ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne’? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.” Le preguntaron: “¿Por qué entonces prescribió Moisés dar acta de divorcio y repudiarla?” Les respondió: “Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón. Pero al principio no fue así.

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Solemnidad de la Asunción de la Stma. Virgen María

Lc 11, 27-28  (Evangelio de la Misa vespertina de la Vigilia de la Asunción)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!” Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. leer más

La vida de los justos

Sab 3,1-9 (Lectura correspondiente a la memoria de San Maximiliano Kolbe)

Las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno. A los ojos de los insensatos pareció que habían muerto; se tuvo por quebranto su salida, y su partida de entre nosotros por completa destrucción; pero ellos están en la paz. Aunque, a juicio de los hombres, hayan sufrido castigos, su esperanza estaba llena de inmortalidad; por una corta corrección recibirán largos beneficios. Pues Dios los sometió a prueba y los halló dignos de sí; como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó. El día de su visita resplandecerán, y como chispas en rastrojo correrán. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos y sobre ellos el Señor reinará eternamente. Los que en él confían entenderán la verdad y los que son fieles permanecerán junto a él en el amor, porque la gracia y la misericordia son para sus santos y su visita para sus elegidos.

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BAJO LA MIRADA DEL PADRE

“Tu vida está totalmente en mis manos, y yo decido qué y cuándo sucede” (Palabra interior).

Quien se haya entregado a nuestro Padre y haya correspondido así a su amor, puede apelar con gran confianza a estas palabras. Éstas le acompañarán en todas las situaciones críticas de la vida y le darán la fuerza no sólo para superarlas, sino para reconocer en ellas la providencia y el cuidado de nuestro Padre.

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La Palabra de Dios

Ez 2,8–3,4

“Y tú, hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte; no seas rebelde como ellos. Abre la boca y come lo que te voy a dar.” Al mirar, vi una mano tendida hacia mí, que sostenía un libro enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito por el anverso y por el reverso; había escrito: “Lamentaciones, gemidos y ayes.” Luego me dijo: “Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel.” Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, y me dijo: “Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.” Lo comí y me supo dulce como la miel. Entonces me dijo: “Hijo de hombre, ve a la casa de Israel y háblales con mis palabras.”

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Verdadera libertad

Mt 17,22-27

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán, y al tercer día resucitará.” Ellos se entristecieron mucho. Cuando entraron en Cafarnaún, se acercaron a Pedro los que cobraban el tributo y le preguntaron: “¿No paga vuestro maestro el tributo?” Respondió él: “Sí.”

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ENTREGARSE AL PADRE SIN RESERVAS

“Dame, Señor, lo que me pides y pídeme luego lo que quieras” (San Agustín).

Con la mirada puesta en nuestro Padre Celestial, podemos pronunciar confiadamente esta oración, que nos mueve a entregarnos completamente al Señor y a no negarle nada. A menudo todavía vacilamos a la hora de confiarnos sin reservas a nuestro Padre y nos aferramos al fundamento aparentemente sólido de nuestras inclinaciones naturales. Tal vez incluso puede haber un cierto temor de que nuestro Padre pudiese pedirnos algo que no estaríamos dispuestos a darle.

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