“El gozo de este mundo es efímero. No puede perdurar si no está relacionado conmigo” (Palabra interior).
El Espíritu del Señor nos enseña a no detenernos en los placeres de esta vida terrenal. Ciertamente podemos considerarlos como regalos de nuestro Padre Celestial e integrarlos como tales en nuestra vida. Pero sólo adquieren su verdadera belleza cuando los acogemos como una expresión de la bondad del Señor y le damos las gracias por ellos.