EL DON DE SABIDURÍA

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Con el último y más hermoso de los dones del Espíritu Santo –el de la sabiduría– podemos saborear interiormente el amor que nuestro Padre nos tiene. Aquí no se trata, en primera instancia, de conocerlo a través del entendimiento o de penetrar en los misterios divinos, como habíamos considerado en el don que meditamos ayer, sino que se trata del “dulce sapere”, del “dulce sabor” de la sabiduría.

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El Espíritu da vida

Jn 6,60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” Pero Jesús, sospechando que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: “¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?… El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.

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EL DON DE ENTENDIMIENTO

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Hemos meditado cómo el don de ciencia nos ayuda a centrar todo nuestro corazón en el Padre Celestial, evitando que el apego natural a las cosas creadas se nos convierta en obstáculo para la unificación con Dios.

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El gran milagro de la conversión

Hch 9,1-20

En aquellos días, Saulo no desistía de su rabia, proyectando violencias y muerte contra los discípulos del Señor. Se presentó al sumo sacerdote y le pidió poderes escritos para las sinagogas de Damasco, pues quería detener a cuantos seguidores del Camino encontrara, hombres y mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén. Mientras iba de camino, ya cerca de Damasco, le envolvió de repente una luz que venía del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Preguntó él: “¿Quién eres tú, Señor?” Y él respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Ahora levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer.”

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EL DON DE CIENCIA

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

En nuestro camino de transformación interior bajo el influjo del Espíritu Santo, Dios viene a nuestro auxilio bendiciéndonos abundantemente con el don de ciencia. A través de este don, el Padre nos permite entender con toda claridad que hemos de entregarle indivisamente nuestro corazón y no perderlo en las cosas pasajeras. Aunque nuestro entendimiento ya lo sepa en teoría, gracias a lo que nos enseña la fe, el corazón a menudo no está totalmente libre para Dios.

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El Padre atrae a los hombres

Jn 6,44-51

En aquel tiempo, Jesús dijo a la muchedumbre: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envía no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; el único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. En verdad, en verdad os digo que el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne, para vida del mundo.”

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EL DON DE LA FORTALEZA

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). Nadie conoce nuestras debilidades mejor que nuestro Padre Celestial: nuestro desánimo, nuestra tendencia a rendirnos y a no tomar las decisiones correctas ni llevarlas a la práctica. Todo esto, entre muchas otras debilidades, limita nuestro testimonio cristiano y puede desanimarnos. leer más

Yo soy el pan de la vida

Jn 6,35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que quien vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna, y que yo le resucite el último día.”

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EL DON DE PIEDAD

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

Si a través del don del temor de Dios, el Espíritu Santo –que el Padre nos envía para ser nuestro Maestro interior– despierta en nosotros una gran atención para evitar todo aquello que pudiese desagradarle; a través del don de piedad Él acrecienta nuestro amor a nuestro Padre Celestial. Este don nos mueve a hacer y procurar todo aquello que podría agradar a nuestro Padre. Así, el espíritu de piedad es el que conquista el Corazón de nuestro Padre, por así decir, en cuanto que nos hace fervorosos para cumplir la Voluntad de Dios en todas las cosas. ¿Cómo podría resistirse nuestro Padre, siendo así que de esta forma empieza a desplegarse la relación de amor entre Él y sus hijos, y éstos llegan a conocer cada vez mejor su amor?

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El hambre espiritual

Jn 6,30-35

En aquel tiempo, la gente dijo a Jesús: “¿Qué signo haces para que, al verlo, creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: ‘Pan del cielo les dio a comer’.” Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan.” Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed.”

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