“No tengáis miedo alguno; permaneced unidos a mí siempre y en toda circunstancia” (Palabra interior).
Sabemos que muchas veces el Señor nos exhorta a no tener miedo. Al hombre suele resultarle ajeno el mundo sobrenatural y no pocas veces le asustan las realidades naturales. En el contexto de la palabra interior que estamos meditando, conviene hacer énfasis en “no tener miedo alguno”. Evidentemente nuestro Padre quiere una confianza indivisa de nuestra parte; una confianza que sea tan grande y fuerte que ninguna circunstancia, por difícil que sea, pueda atemorizarnos.