“¡Oh, Señor! Si tan sólo pudiera trazarte en mi corazón, grabarte en lo más íntimo de mi corazón y de mi alma con letras doradas, para que nunca te borraras” (Beato Enrique Suso).
Ciertamente nuestro Padre le cumplió este deseo al Beato Enrique Suso. ¿Cómo podría resistirse a una petición tan sincera de su amor? En efecto, nada le agrada tanto a nuestro Padre como vernos buscándolo con ese ardiente anhelo que Él mismo sembró en nosotros.