EL PADRE ENJUGARÁ TODA LÁGRIMA 

“[Dios] enjugará toda lágrima de sus ojos” (Ap 21,4a).

Es sabio no fijarnos sólo en el breve tiempo de nuestra vida terrena, sino considerarnos como peregrinos hacia nuestro hogar eterno.  Debemos cobrar consciencia de ello especialmente cuando nuestro Padre permite que nos sobrevengan sufrimientos, que tal vez tengamos que soportar durante un buen tiempo o incluso hasta el final de nuestra vida. En su bondad, Dios nos dará la fuerza para sobrellevarlos, e incluso podemos hacerlos fructíferos para la salvación de las almas si los aceptamos y los ofrecemos al Señor como sacrificio. ¡Cuánto fruto puede surgir cuando se carga una cruz de esta manera! ¡Y qué consuelo es para nosotros saber que toda nuestra vida y nuestras pesadas cruces pueden tornarse fructíferas!

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La verdadera paz de Cristo

Jn 14,27-31a

Jesús dijo a sus discípulos: “Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No os sintáis turbados, y no os acobardéis. Ya me habéis oído decir: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y esto os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero el mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.” 

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EL AMOR ES LA BELLEZA DEL ALMA

“En la medida en que el amor crece en ti, crece también tu belleza. Porque el amor es la belleza del alma” (San Agustín de Hipona).

La verdadera belleza de una persona brota de la íntima unión con su Padre Celestial. Cuando estamos llenos de su amor, nuestros ojos brillan y nuestro corazón se regocija. ¡Qué fría es, en cambio, una belleza meramente exterior cuando no procede del amor que calienta el corazón! ¡Con qué facilidad se convierte incluso en una máscara, cuando el Padre no puede morar en el corazón con su gracia santificante!

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Proclamar el Evangelio con sabiduría

Hch 14,5-18

Al producirse en Iconio un tumulto, judíos y gentiles, junto con sus jefes, se unieron finalmente para ultrajarlos y apedrearlos. Ellos, al enterarse, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y sus alrededores. También aquí se pusieron a anunciar la Buena Nueva. Había en Listra un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento, que nunca había andado. Un día estaba escuchando hablar a Pablo. Pablo se quedó mirándolo fijamente y, viendo que tenía fe para ser curado, le dijo con fuerte voz: “Ponte derecho sobre tus pies.” El hombre se levantó de un salto y se puso a caminar.

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PERMANECER UNIDOS AL PADRE

“No tengáis miedo alguno; permaneced unidos a mí siempre y en toda circunstancia” (Palabra interior).

Sabemos que muchas veces el Señor nos exhorta a no tener miedo. Al hombre suele resultarle ajeno el mundo sobrenatural y no pocas veces le asustan las realidades naturales. En el contexto de la palabra interior que estamos meditando, conviene hacer énfasis en “no tener miedo alguno”. Evidentemente nuestro Padre quiere una confianza indivisa de nuestra parte; una confianza que sea tan grande y fuerte que ninguna circunstancia, por difícil que sea, pueda atemorizarnos.

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Producir abundante fruto

Jn 15,1-8

Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Él corta todo sarmiento que en mí no da fruto, y limpia todo el que da fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que os he dicho. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros podréis si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

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“EL SEÑOR PROTEGE AL FORASTERO” 

“El Señor protege al forastero, sustenta al huérfano y a la viuda” (Sal 145,9).

En su amor y providencia, nuestro Padre tiene en vista a todas las personas; y nos exhorta a que también nosotros prestemos especial atención a aquellas que fácilmente son marginalizadas. Los forasteros están expuestos a ser explotados y engañados, si el amor no se hace cargo de ellos y se encuentra con delicadeza con su carácter extranjero, para que se sepan cobijados por este amor.

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Amar el amor de Dios

 

Jn 14,7-14

Jesús dijo a sus discípulos: “Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.” Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.” Respondió Jesús: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que os digo no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.

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El plan del Señor subsiste por siempre

Hch 13,26-33

En aquellos días, cuando llegó Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga: “Hermanos, hijos de la raza de Abrahán, y cuantos entre vosotros teméis a Dios: a vosotros ha sido enviada esta palabra de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Aunque no hallaron en él ningún motivo de condena, pidieron a Pilato que le hiciera morir. Y cuando hubieron cumplido todo lo que estaba escrito respecto a él, lo bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos.

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