“Vive para mí, y entonces te haré fecundo para muchas almas” (Palabra interior).
Esta palabra se aplica a muchas personas. Siempre que entregamos nuestra vida por completo a nuestro Padre Celestial, de tal manera que Él, en su amor, puede tomar posesión de nosotros, nuestra vida se vuelve fecunda. Es al Señor mismo a quien se debe esta fecundidad, porque cada obra que Él mismo realice en nosotros comunicará su amor a las personas.