Una hermosa flor en el Corazón de nuestro Padre es su misericordia. Con ella, y no con una inflexible severidad, quiere juzgar al mundo. La misericordia es su motivación insuperable para estar siempre pendiente y salir una y otra vez en busca de los hombres, para que se abran a su amor. En el Mensaje a la Madre Eugenia, nos dice:
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¡Guardar fidelidad!
1Mac 1,10-15.41-43.54-57.62-64
En aquellos días, surgió un renuevo pecador de los descendientes de Alejandro Magno, Antíoco Epífanes, hijo del Rey Antíoco, que había estado como Rehén en Roma. Subió al trono el año ciento treinta y siete del imperio de los griegos. En aquellos días aparecieron en Israel algunos rebeldes que sedujeron a muchos diciendo: “Vamos, concertemos alianza con los pueblos que nos rodean, porque desde que nos hemos separado de ellos nos han sobrevenido muchos males.” Esta observación les pareció bien, así que algunos se apresuraron a acudir donde el rey y obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los paganos.
“QUE TODOS SEAN UNO”
En realidad, uno pensaría que en todas aquellas partes del mundo que han sido bendecidas con el anuncio de la fe cristiana, así como las regiones marcadas por el judaísmo y aquellas otras donde se tiene conocimiento de las escrituras del Antiguo Testamento, se debería reconocer a Dios como amoroso Padre.
El Día Del Señor
1Tes 5,1-6
En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Cuando la gente diga “Todo es paz y seguridad”, entonces, repentinamente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta. Y no escaparán. Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese día no os sorprenda como ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
INFLUIR EN LOS TIEMPOS DE DIOS
“El tiempo está en mis manos, pero con tu fervor y amor puedes influir en él” (Palabra interior).
Podemos tomarlo como una invitación de Dios de que incluso podemos cooperar en la historia de la salvación, pues los tiempos de su actuación salvífica no son estáticos e inamovibles.
Orar sin desfallecer
Lc 18,1-8
Jesús les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer: “Había en un pueblo un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquel mismo pueblo una viuda que acudió a él y le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’ Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que deje de importunarme de una vez’.”
EL FERVOR DE LOS JUSTOS
Cuando acogemos e interiorizamos el amor de nuestro Padre Celestial, cuando Dios mismo habita en nosotros y su Espíritu Santo nos transforma, entonces llegamos a conocer más y más el corazón de nuestro Padre. Muy pronto notaremos que le urge dar a conocer a todos los hombres su amor.
La seriedad de la fe
Lc 17,26-37
Jesús dijo a sus discípulos: “Como sucedió en los días de Noé, así ocurrirá también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían y tomaban mujer o marido, hasta que entró Noé en el arca. Entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo, que destruyó a todos. Así sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste. Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, que no baje a recogerlos; y, de igual modo, el que esté en el campo, que no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot.
LA DULZURA DE LAS AGUAS SANADORAS
“Saboread la dulzura de estas aguas sanadoras, y cuando hayáis sentido cómo toda su deleitable fuerza se derrama sobre vuestras almas, saciando todas vuestras necesidades, venid y sumergíos en el Océano de mi misericordia, para que en adelante viváis sólo en mí, olvidándoos a vosotros mismos para vivir en mí por toda la eternidad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
El Rey de los corazones
Lc 17,20-25
Los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: “La venida del Reino de Dios no se producirá aparatosamente, ni se dirá: ‘Vedlo aquí o allá’, porque, sabedlo bien, el Reino de Dios ya está entre vosotros.” Dijo a sus discípulos: “Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Habrá quien os diga: ‘Vedlo aquí, vedlo allá.’ Pero no vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero antes tendrá que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.”