HABLAR CON CLARIDAD 

“No tengas miedo de llamar a las cosas por su nombre” (Palabra interior).

A nuestro Padre le encanta que seamos sinceros y transparentes, pues así mismo es Él. Cualquier cosa torcida o complicada, cualquier actitud carente de transparencia es y sigue siendo ajena a su ser. El Señor nos pone como ejemplo la sencillez de los niños: “Si no (…) os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3). También nos exhorta a ser claros en nuestras palabras: “Que vuestro modo de hablar sea: ‘Sí, sí’; ‘no, no’. Lo que exceda de esto, viene del Maligno” (Mt 5,37).

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Contado, pesado, dividido

Dan 5,1-6.13-14.16-17.23-28

En aquellos días, el rey Baltasar ofreció un banquete a mil nobles del reino, y se puso a beber delante de todos. Después de probar el vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre, Nabucodonosor, había cogido en el templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey y los nobles, sus mujeres y concubinas. Cuando trajeron los vasos de oro que habían cogido en el templo de Jerusalén, brindaron con ellos el rey y sus nobles, sus mujeres y concubinas. Apurando el vino, alababan a los dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera.

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