“Es una alegría para mí hablar contigo. No son muchos los que me prestan oído y con los que puedo dialogar” (Palabra interior).
No pocas veces, nosotros, los hombres, estamos en busca de alguien con quien hablar, alguien que sepa escucharnos y que se interese por nuestras preocupaciones… ¡Cuán felices somos cuando lo encontramos! Esa persona puede fácilmente convertirse en nuestro amigo y confidente. Este anhelo nuestro se hace realidad de forma especial cuando nos dirigimos a nuestro Padre Celestial, de quien podemos estar seguros que nos comprende y siempre tiene tiempo para escucharnos. Entonces el Padre se nos convierte en amigo y confidente.