EL TESORO DE DIOS EN LA TIERRA 

El Señor nos dice: “Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre corroen, y donde los ladrones no socavan ni roban” (Mt 6,20). ¡Sabemos lo que nos quiere decir! En efecto, todo lo que hacemos movidos por el verdadero amor se convierte en el oro más precioso en la tesorería celestial.

Pero también nuestro Padre tiene un tesoro: son los corazones de los hombres que le pertenecen.

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Permanecer en la bendición de Dios

Mal 1,14b.2,1-2b.8-10

¡Yo soy un gran Rey, dice Yahvé Sebaot, y mi Nombre admirado entre las naciones! Recibid ahora esta advertencia, sacerdotes: Si no hacéis caso ni tomáis a pecho dar gloria a mi Nombre, dice Yahvé Sebaot, lanzaré contra vosotros la maldición y maldeciré vuestra bendición. Pero vosotros os habéis extraviado del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la Ley, habéis corrompido la alianza de Leví, dice Yahvé Sebaot. Por eso también yo os he hecho despreciables y os he envilecido ante todo el pueblo, de la misma manera que vosotros no guardáis mis caminos y hacéis acepción de personas en la Ley. ¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado el mismo Dios? ¿Por qué entonces nos traicionamos unos a otros, profanando la alianza de nuestros padres?

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