“Debe darse una transformación total, una renovación completa de la mente humana a través del Espíritu Santo” (Palabra interior).
Una vez que nos sentimos seguros del amor de nuestro Padre y recuperamos nuestra libertad en el “océano de su amor”, aun estando conscientes de nuestras limitaciones, debilidades y derrotas, es precisamente este amor el que quiere transformarnos. En efecto, no debemos seguir siendo niños para siempre, sino que hemos de madurar hasta llegar a la edad adulta y convertirnos en cooperadores en el Reino de Dios.