“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22,37).
Si queremos seguir la amorosa invitación de nuestro Padre e intentamos centrar en Él todos nuestros pensamientos, es importante guardar en nuestra memoria las obras y la Palabra de Dios. Cuando meditamos los salmos, por ejemplo, veremos que una y otra vez se alaba y se admira con asombro y gratitud los portentos de Dios. Si interiorizamos ciertos pasajes de los salmos, éstos pueden resonar en nuestro interior como una “oración del corazón”, manteniendo despierta a nuestra alma en el recuerdo del Señor. También debemos convertir en una alabanza a Dios todo lo que nos sucede y vemos a nuestro alrededor.