“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma’ y con toda tu mente” (Mt 22,37).
Otro pasaje de la Escritura nos dice que “los pensamientos tortuosos apartan de Dios” (Sab 1,3).
Para amar al Padre Celestial con toda nuestra mente, correspondiendo así a su amor por nosotros, debemos estar atentos a nuestros pensamientos y no simplemente dejarnos llevar por ellos sin haberlos sometido a una examinación.