“No te aflijas cuando sientas tu debilidad. Al contrario, alégrate, pues Yo soy tu defensa y tu victoria” (Palabra interior).
Es muy importante que sepamos que nuestro Padre no nos mide de acuerdo a nuestras debilidades. Antes bien, debemos estar conscientes de que su bondad nos acompaña precisamente en aquellos campos en los que nos sentimos débiles. Por supuesto que, en nuestro seguimiento del Señor, debemos trabajar en nuestras debilidades y no podemos simplemente ceder a ellas. Pero, en su sabiduría, nuestro Padre nos deja ciertas debilidades, para que no nos enorgullezcamos y siempre tengamos presente que es Él quien nos da la victoria.