“Me hago semejante a vosotros, para haceros semejantes a mí” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Nuestro Padre Celestial quiere que lleguemos a conocerle. Él no puede introducirnos a contemplar eternamente su gloria, de faz en faz, sin antes habernos preparado. Primero tenemos que recorrer nuestro camino en la tierra como hombres redimidos. En la Persona de su Hijo, nuestro Padre desciende a nuestra naturaleza humana y se hace uno de nosotros, “en todo igual a nosotros menos en el pecado” (Concilio de Calcedonia, año 451 d.C.). Así, Dios se abaja y se nos comunica en el ámbito de nuestra experiencia humana.