“Recordad las maravillas que él ha hecho, sus prodigios y los juicios de su boca” (1Cro 16,12).
La Sagrada Escritura no se cansa de recordarnos los prodigios de Dios ni de alabar sus sabios preceptos. En efecto, nosotros, los hombres, olvidamos con mucha facilidad lo que nuestro Padre Celestial ha hecho, hace y seguirá haciendo a nuestro favor.