“Y vosotros, hijos míos que habéis perdido la fe y vivís en tinieblas: alzad vuestros ojos y veréis los rayos de luz que vienen a iluminaros” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
La situación de aquellos que han perdido la fe es de gran necesidad. Pensemos, por ejemplo, en un religioso o sacerdote que ha dejado su vocación. Tal vez empezó bien, intentando servir a su Señor con gran fervor. Pero después llegaron las tentaciones y terminó cayendo en ellas. Cuantas más veces caía, menos podía –y tal vez ya ni siquiera quería– resistir. Así, el amor se enfriaba cada vez más y las tinieblas se difundían. Y estas tinieblas pesan con particular densidad sobre aquellos que en otro tiempo estaban cerca del Señor. ¡Cuán difícil les resulta volver!