“Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23,4).
Tras haber perdido el Paraíso con la caída en el pecado, la vida en la Tierra no siempre transcurre bajo el radiante sol, como ciertamente todos hemos tenido que experimentar. También tenemos que atravesar cañadas oscuras, que nos infunden temor. Sin embargo, Jesús nos asegura: “En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).