“Yo soy tu consolador. ¿Quién eres tú, que tienes miedo del mortal y del hijo del hombre, al heno equiparado?” (Is 51,12).
Nuestro Padre nos invita a centrar toda nuestra atención en Él, tomando consciencia de su presencia una y otra vez. Nuestro olvido y descuido hacen que, en determinadas situaciones de la vida, no pensemos en Él. Así sucede que fácilmente dejamos que las circunstancias nos determinen, y que incluso lleguen a dominarnos.