“Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, ¡oh Señor!, a la luz de tu rostro. El Santo de Israel es nuestro rey” (Sal 88,16.19).
Quien aclama al Señor y lo reconoce como Rey, penetra en la realidad establecida y revelada por Dios, porque, efectivamente, el Señor es un rey. Más aún: Él es el verdadero Rey, en quien todo tiene su origen.
“Pilato le dijo: ‘¿Luego tú eres Rey?’. Jesús contestó: ‘Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz’” (Jn 18,37).