“Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos” (Sal 80,12-13).
Estos versos del salmo describen la consecuencia de no escuchar la voz de nuestro Padre. Dios nos hace ver que con nuestra voluntad nos negamos a obedecerle: “Israel no QUISO obedecer”.