“Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79,20).
¡Cuántas veces estamos necesitados de que nuestro Padre nos levante y nos restaure! ¡Y cuántas veces Él lo hace! ¿Quién no es escuchado cuando acude a Él?
“Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79,20).
¡Cuántas veces estamos necesitados de que nuestro Padre nos levante y nos restaure! ¡Y cuántas veces Él lo hace! ¿Quién no es escuchado cuando acude a Él?
Hch 5,27-33
En aquellos días, trajeron a los apóstoles y los presentaron en el Sanedrín. El Sumo Sacerdote les interrogó; les dijo: “Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre; sin embargo, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y pretendéis hacernos culpables de la muerte de ese hombre.”