PERMANECER EN LA DOCTRINA

“Quien permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo” (2Jn 1,9b).

Nuestro Padre nos ha encomendado un gran tesoro, que la Iglesia ha custodiado fielmente: la doctrina de Cristo. Ésta proporciona a nuestro entendimiento la luz sobrenatural, para que no nos extraviemos y caigamos así en los lazos que el Maligno nos tiende. El error en materia de fe empaña nuestra relación con Dios, porque es una “falsa luz”, un fuego fatuo que penetra en nuestra alma, ocupando el lugar del verdadero conocimiento de Dios. Así, la falsa doctrina afecta también a nuestra capacidad de amar, porque obstaculiza un conocimiento más profundo de Dios, que, a su vez, despertaría cada vez más nuestro amor por Él.

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