“¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo: ‘Salud de mi rostro, Dios mío’” (Sal 41,12).
En el evangelio el Señor nos dice: “En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).