“¿Quién invocó al Señor y fue desatendido?” (Sir 2,10b).
Nuevamente podemos responder con toda certeza: ¡Nadie!
Sería impensable que Dios simplemente nos desatendiera. Él conoce incluso nuestros pensamientos. “Nada se puede esconder ante ti, en tu ciencia amorosa envuelves todo y a todos” (Himno del Oficio a Dios Padre).
Escuchemos lo que nos dice el Padre en el Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio: