“He disipado como niebla tus transgresiones, como nube tus pecados. ¡Vuélvete a mí, pues te he redimido!” (Is 44,22).
Esto es lo que podemos esperar especialmente en el Tiempo de Cuaresma que ha iniciado, porque nuestro Padre cumple sus promesas.
“He disipado como niebla tus transgresiones, como nube tus pecados. ¡Vuélvete a mí, pues te he redimido!” (Is 44,22).
Esto es lo que podemos esperar especialmente en el Tiempo de Cuaresma que ha iniciado, porque nuestro Padre cumple sus promesas.
El santo itinerario de la Cuaresma también incluye –siempre que sea posible– el ayuno corporal y la renuncia a ciertas cosas.
Con ello, nos ejercitamos en una ascesis provechosa para la vida espiritual. Si se la practica de forma apropiada, se hacen realidad las palabras de uno de los Prefacios cuaresmales:
“Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y recompensa, por Cristo, Señor nuestro.”