“Tú, Señor, me conoces y me ves; has comprobado que mi corazón está contigo” (Jer 12,3).
¡Dichoso el hombre que pueda unirse a las palabras de Jeremías! Muchas adversidades precedieron a esta declaración del profeta, pues Dios había puesto a prueba su fidelidad y, a través de muchas luchas, Jeremías supo resistir.