“Hijo mío, incluso el pecado puede convertirse en un peldaño que nos acerca a Dios, que nos eleva, que nos conduce aún con más seguridad hacia Él, siempre y cuando al pecado le siga el profundo dolor de haberlo cometido, cuando nos proponemos sinceramente no repetirlo, cuando sentimos lo mal que hemos actuado contra la misericordia de Dios, cuando éste es capaz de desgarrar las fibras más duras de nuestro corazón, haciendo brotar de ellas lágrimas de arrepentimiento y de amor” (San Pío de Pietrelcina).
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El miedo a la muerte
Hb 2,14-18
Hermanos: Ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, Jesús también debía participar de esa condición, para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquel que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio, y liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte.
AFERRARSE AL ANCLA DE LA CONFIANZA
“Os exhorto una y otra vez a la confianza, pues un alma que confía en su Señor y pone en Él toda su esperanza, no tiene nada que temer. Pero el enemigo de nuestra salvación siempre ronda en torno nuestro para arrebatar el corazón del ancla que nos lleva a la salvación; a saber, la confianza en Dios, nuestro Padre. Tenemos que sujetar muy, muy fuerte esta ancla, sin permitir que se nos suelte un solo instante, porque entonces todo estaría perdido” (San Pío de Pietrelcina).
La autoridad de Jesús
Mc 1,21-28
Llegados a Cafarnaún, Jesús entró el sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Y la gente quedaba asombrada de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Sobre el discernimiento de los espíritus (Parte II)
Retomamos hoy la meditación del 7 de enero sobre el discernimiento de los espíritus. Por ello, aunque no sea ésta la lectura del día, escucharemos nuevamente un pasaje de la Carta de San Juan:
1Jn 4,1-6
Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu; antes bien, comprobad si los espíritus son de Dios, pues son muchos los falsos profetas que han venido al mundo.
ENTREGA A LA VOLUNTAD DIVINA EN LA TRIBULACIÓN
“La entrega perfecta a la Voluntad Divina en tiempos de tribulación nos ayuda a atesorar grandes tesoros para la eternidad” (San Vicente Pallotti).
Normalmente nos resulta fácil cumplir la Volutad de Dios cuando se nos muestra de forma atrayente e incluso trae consigo una alegría natural. En estas circunstancias, la alabanza a Dios brota fácilmente de nuestro corazón.
EL REINO DE SU AMOR
“En el corazón de María, el Padre edifica el Reino de su amor” (San Juan Eudes).
¡Qué bella constatación de San Juan Eudes! Efectivamente es así: la Virgen acogió plenamente el amor de Dios y dio la respuesta que nuestro Padre pide y espera de nosotros, los hombres. Al decir “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38), María abrió las puertas para que el Padre pudiese desplegar sin impedimentos su plan de salvación. Y Dios le encomendó lo más valioso que podía dar a los hombres: a su amado Hijo.
El Bautismo del Señor
Mt 3,13-17
En aquel tiempo, vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: “Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?”. Jesús le contestó: “Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia”. Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”.
LA GRACIA SE IRRADIA SOBRE OTRAS ALMAS
“Quien se acerque a Mí con confianza recibe mi gracia con tal sobreabundancia, que no la puede contener y la irradia sobre los otros” (Palabras del Señor a Santa Faustina Kowalska).
Estas hermosas palabras nos dan a entender que el Señor quiere convertirnos en recipientes de su gracia. De esta manera, las gracias que Él nos otorga no sólo servirán para llenar nuestra alma y hacerla florecer en toda su belleza; sino que además llegarán a través nuestro a las otras personas, pues el Señor siempre piensa en todos los hombres y a todos quiere conducirlos de regreso a casa, a su Reino…
Sobre el discernimiento de los espíritus (Parte I)
1Jn 3,22 – 4,6
Cuanto pedimos lo recibimos de Dios, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros según el mandamiento que nos dio. Quien guarda sus mandamientos mora en Dios y Dios en él; y en esto conocemos que mora en nosotros: en que nos ha dado el Espíritu. Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu; antes bien, comprobad si los espíritus son de Dios, pues son muchos los falsos profetas que han venido al mundo.