RECOMPENSA DIVINA

“Servimos a un rey grande y excelso, que paga a sus siervos no con recompensa regia o imperial, sino divina” (San Arnoldo Janssen).

Los reyes y emperadores sólo pueden pagar nuestros servicios con recompensas mundanas, con cosas de las que ellos pueden disponer, pero que son pasajeras. Lo que pueden ofrecernos es sólo una participación en su poder terrenal o en su honor. Dios, en cambio, paga cada uno de nuestros servicios con recompensa divina, haciéndonos partícipes de su inmortalidad, de su ser imperecedero.

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EL CRISTIANO HA NACIDO PARA LUCHAR

“Cuanto más encarnizada sea la batalla, más segura es la victoria, con la ayuda de Dios” (Papa León XIII).

Día a día y a diferentes niveles, el Padre nos hace librar esta batalla. Mientras dure nuestra peregrinación hacia la visión gloriosa de Dios en la eternidad, el combate es nuestra constante compañía. ¡Dichosos los que lo asumen y ocupan su lugar en el “ejército del Cordero”!

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LA VERDADERA DICHA

“La única razón para tener miedo de entregarle a Dios toda tu vida es creer que tu propio proyecto es mejor” (Esther María Magnis).

La autora de esta frase describe con mucho acierto lo que nos impide abandonarnos por completo en nuestro Padre Celestial. En efecto, no puede haber motivos ni del entendimiento ni de la fe y del amor que pudieran desaconsejar la entrega confiada a nuestro amoroso Padre. Entonces, ¿qué nos hace titubear a la hora de seguir su invitación, como correspondería al amor y a la verdad?

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INFLAMADOS POR EL AMOR

“Si los santos del cielo pudieran volver una vez más a la Tierra, se empeñarían incansablemente, inflamados por el amor, en difundir la fe por todo el mundo, con la intención de dar a conocer al mundo entero el infinito amor de Dios por las almas. Porque los santos saben mucho mejor que cualquier habitante de la Tierra cuánto merecen ser conocidos el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Ellos quedan extasiados al ver con cuánta gloria se recompensa en el cielo aun el más mínimo acto que se haya realizado por difundir la fe” (San Vicente Pallotti).

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“TÚ ME CONOCES”

“Tú me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos” (Sal 138,2).

¡Qué inconmensurable gracia es la de vivir con la certeza de que todo lo que hacemos sucede bajo la amorosa mirada de nuestro Padre Celestial!

San Benito instaba a sus monjes a cobrar consciencia de la constante presencia de Dios, y Santa Teresa de Ávila exhortaba a sus hermanas a tener en mente a quién se dirigían cuando rezaban el Breviario.

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